Cuando la arquitectura se vuelve ritual, y el territorio se vuelve recuerdo

Cuando la arquitectura se vuelve ritual, y el territorio se vuelve recuerdo

El Monumento “Cicatriz” es una intervención urbana, arquitectónica y paisajística que nace del duelo colectivo y se proyecta como un espacio para el recuerdo, la sanación y la permanencia. Ubicado en Pueblo Bello, Turbo, su forma, su vacío y sus recorridos expresan el impacto de la violencia y la dignidad de la memoria. Es un lugar de contemplación, un gesto territorial y un dispositivo ritual para no olvidar.

El Monumento “Cicatriz” es una intervención urbana, arquitectónica y paisajística que nace del duelo colectivo y se proyecta como un espacio para el recuerdo, la sanación y la permanencia. Ubicado en Pueblo Bello, Turbo, su forma, su vacío y sus recorridos expresan el impacto de la violencia y la dignidad de la memoria. Es un lugar de contemplación, un gesto territorial y un dispositivo ritual para no olvidar.

Centro Cultural Monumento "Cicatriz"

Centro Cultural Monumento "Cicatriz"

Ubicación

Ubicación

Pueblo Bello, Turbo, Antioquia

Pueblo Bello, Turbo, Antioquia

Año

Año

2024

2024

Área

Área

295 m²

295 m²

Cliente

Cliente

Ministerio de las Culturas

Ministerio de las Culturas

“No hay cicatriz por brutal que parezca que no encierre belleza; una historia puntual se cuenta en ella, algún dolor… pero también su fin.”

“No hay cicatriz por brutal que parezca que no encierre belleza; una historia puntual se cuenta en ella, algún dolor… pero también su fin.”

El corregimiento de Pueblo Bello, en el municipio de Turbo, fue escenario de una de las masacres más atroces del conflicto armado colombiano, ocurrida el 14 de enero de 1990. A raíz de este crimen, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó en 2006 la construcción de un monumento conmemorativo como medida de reparación simbólica. Esta sentencia estableció que el monumento debía ser construido en un lugar público de Pueblo Bello, apropiado y concertado con las víctimas.

El concepto del monumento nació de un proceso participativo que incluyó al escultor Germán Botero en diálogo con familiares de las víctimas y organizaciones sociales. Desde el 2008, esta propuesta tomó forma como un espacio que debía trascender lo contemplativo para convertirse en lugar de encuentro, ceremonia, recuerdo y apropiación.

En 2024, AEU Arquitectos recibió el encargo por parte del Ministerio de las Culturas para desarrollar la idea conceptual en un proyecto arquitectónico y técnico integral, articulando criterios de memoria, sostenibilidad, apropiación comunitaria, uso ritual y dignificación del territorio. El sitio elegido —cercano al cementerio, sobre una elevación natural con vista panorámica— permite integrar el monumento con el paisaje, la historia y el presente del corregimiento.

El corregimiento de Pueblo Bello, en el municipio de Turbo, fue escenario de una de las masacres más atroces del conflicto armado colombiano, ocurrida el 14 de enero de 1990. A raíz de este crimen, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó en 2006 la construcción de un monumento conmemorativo como medida de reparación simbólica. Esta sentencia estableció que el monumento debía ser construido en un lugar público de Pueblo Bello, apropiado y concertado con las víctimas.

El concepto del monumento nació de un proceso participativo que incluyó al escultor Germán Botero en diálogo con familiares de las víctimas y organizaciones sociales. Desde el 2008, esta propuesta tomó forma como un espacio que debía trascender lo contemplativo para convertirse en lugar de encuentro, ceremonia, recuerdo y apropiación.

En 2024, AEU Arquitectos recibió el encargo por parte del Ministerio de las Culturas para desarrollar la idea conceptual en un proyecto arquitectónico y técnico integral, articulando criterios de memoria, sostenibilidad, apropiación comunitaria, uso ritual y dignificación del territorio. El sitio elegido —cercano al cementerio, sobre una elevación natural con vista panorámica— permite integrar el monumento con el paisaje, la historia y el presente del corregimiento.

El Monumento Cicatriz se concibe como una vivienda abierta, sin muros, con una gran cubierta simbólica y ritual, sostenida por 43 estructuras —una por cada víctima desaparecida— que funcionan como altares individuales. Esta "casa abierta" representa tanto la herida como la sanación: una estructura rota en su cubierta, cuya cicatriz permite el ingreso de luz durante el día y deja ver el cielo estrellado en la noche. La metáfora de la cicatriz hace visible la herida sin ocultarla, dignificándola como marca de memoria y resistencia.

Desde su concepto inicial, el proyecto busca conjugar lo ceremonial con lo cotidiano, lo sagrado con lo festivo. No se trata de un objeto conmemorativo aislado, sino de un espacio activo de congregación, apropiado para actos rituales, celebraciones colectivas, reuniones comunales o simplemente para la contemplación y el silencio.

La forma, el vacío, la sombra, el viento, la vegetación y el recorrido se integran como dispositivos sensibles que permiten transitar entre la ausencia y la presencia. El monumento no representa a las víctimas: las hace presentes. Las 43 árboles sembrados a su alrededor completan la narrativa viva del proyecto.

El Monumento Cicatriz se concibe como una vivienda abierta, sin muros, con una gran cubierta simbólica y ritual, sostenida por 43 estructuras —una por cada víctima desaparecida— que funcionan como altares individuales. Esta "casa abierta" representa tanto la herida como la sanación: una estructura rota en su cubierta, cuya cicatriz permite el ingreso de luz durante el día y deja ver el cielo estrellado en la noche. La metáfora de la cicatriz hace visible la herida sin ocultarla, dignificándola como marca de memoria y resistencia.

Desde su concepto inicial, el proyecto busca conjugar lo ceremonial con lo cotidiano, lo sagrado con lo festivo. No se trata de un objeto conmemorativo aislado, sino de un espacio activo de congregación, apropiado para actos rituales, celebraciones colectivas, reuniones comunales o simplemente para la contemplación y el silencio.

La forma, el vacío, la sombra, el viento, la vegetación y el recorrido se integran como dispositivos sensibles que permiten transitar entre la ausencia y la presencia. El monumento no representa a las víctimas: las hace presentes. Las 43 árboles sembrados a su alrededor completan la narrativa viva del proyecto.

La estrategia arquitectónica parte del respeto por el concepto original y la integración con el paisaje circundante. El monumento se emplaza en sentido oriente-occidente para favorecer el juego de luces proyectadas por la cicatriz, y se rodea de una plaza circular que funciona como umbral, espacio de reunión y de contemplación. Senderos peatonales conectan el espacio con el cementerio y con el centro poblado, facilitando su apropiación por parte de los habitantes actuales, muchos de los cuales no vivieron los hechos, pero son parte del territorio que los acoge.

El sistema estructural combina acero y madera, priorizando materiales durables para el clima extremo del Urabá antioqueño. El uso de madera en interiores aporta calidez y conexión con el entorno vernáculo, mientras que la cubierta metálica simboliza la fortaleza de la memoria.

El diseño paisajístico contempla la siembra de 43 árboles y un sistema de jardines nativos. El conjunto se complementa con graderías, áreas de sombra y mobiliario que permiten su uso colectivo. El espacio responde a exigencias técnicas, normativas y museográficas, sin perder su dimensión afectiva y simbólica.

El proyecto se estructura a partir de cuatro ejes: entorno, representación, ritual y visibilización. El Monumento “Cicatriz” se articula como un conjunto urbano, arquitectónico y paisajístico conformado por: una pieza lineal de contemplación, módulos técnicos (servicios), espacios de reunión y una secuencia de gradas, jardines y árboles que aprovechan la topografía del lugar.

La estrategia arquitectónica parte del respeto por el concepto original y la integración con el paisaje circundante. El monumento se emplaza en sentido oriente-occidente para favorecer el juego de luces proyectadas por la cicatriz, y se rodea de una plaza circular que funciona como umbral, espacio de reunión y de contemplación. Senderos peatonales conectan el espacio con el cementerio y con el centro poblado, facilitando su apropiación por parte de los habitantes actuales, muchos de los cuales no vivieron los hechos, pero son parte del territorio que los acoge.

El sistema estructural combina acero y madera, priorizando materiales durables para el clima extremo del Urabá antioqueño. El uso de madera en interiores aporta calidez y conexión con el entorno vernáculo, mientras que la cubierta metálica simboliza la fortaleza de la memoria.

El diseño paisajístico contempla la siembra de 43 árboles y un sistema de jardines nativos. El conjunto se complementa con graderías, áreas de sombra y mobiliario que permiten su uso colectivo. El espacio responde a exigencias técnicas, normativas y museográficas, sin perder su dimensión afectiva y simbólica.

El proyecto se estructura a partir de cuatro ejes: entorno, representación, ritual y visibilización. El Monumento “Cicatriz” se articula como un conjunto urbano, arquitectónico y paisajístico conformado por: una pieza lineal de contemplación, módulos técnicos (servicios), espacios de reunión y una secuencia de gradas, jardines y árboles que aprovechan la topografía del lugar.

El Monumento Cicatriz transforma una obligación jurídica en una oportunidad para sanar colectivamente. Más que una obra conmemorativa, se convierte en un centro cultural abierto, un lugar de encuentro intergeneracional y un espacio identitario para Pueblo Bello y sus habitantes. Su diseño sensible y ceremonial permite que el recuerdo no sea anclado al dolor, sino proyectado como memoria activa, compartida y transformadora.

Desde el punto de vista urbano, el proyecto fortalece la infraestructura cultural y ambiental del corregimiento, genera empleo, fomenta el cuidado del entorno natural y dignifica el espacio público. La articulación entre monumento, cementerio y parque-jardín crea un conjunto que habla de duelo, pero también de vida, permanencia y comunidad.

La obra establece un precedente sobre cómo el diseño arquitectónico puede convertirse en una herramienta de justicia simbólica y reparación cultural. En lugar de clausurar el pasado, lo abraza y lo convierte en memoria visible, desde el silencio y la luz.

El Monumento Cicatriz transforma una obligación jurídica en una oportunidad para sanar colectivamente. Más que una obra conmemorativa, se convierte en un centro cultural abierto, un lugar de encuentro intergeneracional y un espacio identitario para Pueblo Bello y sus habitantes. Su diseño sensible y ceremonial permite que el recuerdo no sea anclado al dolor, sino proyectado como memoria activa, compartida y transformadora.

Desde el punto de vista urbano, el proyecto fortalece la infraestructura cultural y ambiental del corregimiento, genera empleo, fomenta el cuidado del entorno natural y dignifica el espacio público. La articulación entre monumento, cementerio y parque-jardín crea un conjunto que habla de duelo, pero también de vida, permanencia y comunidad.

La obra establece un precedente sobre cómo el diseño arquitectónico puede convertirse en una herramienta de justicia simbólica y reparación cultural. En lugar de clausurar el pasado, lo abraza y lo convierte en memoria visible, desde el silencio y la luz.

“Recordar con dignidad es un acto colectivo. Diseñar ese recuerdo es una responsabilidad pública.”

“Recordar con dignidad es un acto colectivo. Diseñar ese recuerdo es una responsabilidad pública.”